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"La Audacia": Reseña de Novela

 



El año pasado, mi gran amiga de varios años y antigua compañera de militancia feminista Yasmín Gray (Chile, 1984) publicó su primera novela, La Audacia, un relato de tintes feministas y escrito a modo de thriller psicológico que yo, lógicamente, pedí como regalo de cumpleaños aprovechando que mi papá tenía que viajar a Santiago. Al recibirlo, decidí empezarlo el 1 de enero, sabiendo que a mediados de mes iba a reunirme con Yasmín para que me lo firmara. Resulta poco decir que me atrapó desde la primera página: prácticamente no pude soltarlo más, si bien a veces iba deteniendo la lectura por la naturaleza emocionalmente densa del texto. Decidí preguntarle a Yasmín si me daba permiso de escribir una reseña, y ella aceptó feliz, por lo que después de hacer mi mejor esfuerzo por hacerle justicia, hoy la publico con motivo del 8M, Día Internacional de la Mujer.

La historia, que cuenta con 123 páginas, está contada en primera persona y se desarrolla con una cronología no lineal; los capítulos se van alternando entre el año 2001 y la actualidad, principios del 2020.

ADVERTENCIA: A partir de aquí empiezan los spoilers.

Isidora García Becker es una abogada de 36 años, soltera y de buena posición económica, que trabaja como asesora jurídica para un diputado del partido político gremialista en el que ella milita desde su adolescencia. La historia empieza en 2020, en medio de la crisis política que se vive en Chile como consecuencia del reciente estallido social y la incipiente pandemia. En ese contexto, Isidora se encuentra trabajando en la defensa de un ministro que enfrenta una acusación constitucional, lo que la mantiene ocupada constantemente. Mientras va camino a una reunión junto a su jefe, Isidora recibe una notificación en su celular que resulta ser una solicitud de amistad en Facebook. Esto la hace entrar en pánico inmediatamente, y al llegar a su departamento llama desesperada a una amiga pidiéndole ayuda. Mientras conversan, Isidora reflexiona sobre qué hacer.

En los flashbacks, descubrimos que la Isidora de 16 años es una adolescente tímida, con algo de sobrepeso y acomplejada por su apariencia. Es de buena familia y estudia en un colegio religioso de niñas en su ciudad de origen, en el que forma parte del grupo de niñas más estudiosas y con mejores calificaciones. Va en tercero medio, está siempre en el cuadro de honor y es puesta de ejemplo por las monjas. Dentro del colegio abundan los rumores y los comentarios despectivos hacia otras alumnas, las típicas dinámicas tóxicas de la adolescencia. Es así como, durante una fiesta escolar en la que Isidora comparte un par de besos con un estudiante de un colegio de hombres, se empieza a correr el rumor de que la interacción fue mucho más allá de lo apropiado, y cuando Isidora intenta explicar lo sucedido incluso sus supuestas amigas le dan la espalda tildándola de "fácil". Cuando el curso se va de viaje de estudios, los comentarios se acrecientan e Isidora empieza a faltar al colegio, a bajar sus notas y a tomar psicotrópicos para lidiar con la ansiedad.

Al año siguiente, ya a punto de egresar y en otra fiesta, Isidora conoce a un estudiante de Derecho al que de aquí en adelante llama sólo por la inicial A. Como ella ya tiene decidido que quiere mudarse a Santiago a estudiar lo mismo cuando se gradúe, entablan una conversación rápidamente e Isidora decide invitarlo a que sea su pareja en la graduación. Cuando llega la noche de la fiesta, A. cumple con llevar a Isidora, pero al llegar empieza a coquetear con Fernanda, una de sus compañeras y deja a Isidora botada, sin defenderla de las burlas que recibe de las demás por su vestido y por su peso. Ella termina encerrada en el baño llorando, sintiéndose completamente humillada.

Después de salir un par de veces más, A. invita a Isidora a pasar la tarde a su casa a escuchar música, y ella accede asumiendo que sus intenciones no van más allá de eso. Mientras se dan su primer beso, A. intenta propasarse y ella lo frena, contándole que todavía es virgen y que está asustada. Él entonces empieza a chantajear a Isidora preguntándole si acaso ella no lo considera importante, y le insinúa que nadie más se preocuparía por ella como lo hace él. Isidora, sintiéndose convencida de que por no ser convencionalmente atractiva no puede darse el lujo de escoger y no va a tener otra oportunidad en el amor, se va con A. hasta su pieza, donde él la desnuda y la viola. Ella, en shock, inmovilizada y sin entender bien lo que está pasando, es incapaz de oponer resistencia. Después de haber terminado, A. le recrimina que está gorda y que tiene un pecho más grande que el otro, antes de llevarla a tomar el bus. Isidora queda muy avergonzada, no le cuenta a nadie y unos días después se entera de que quedó aceptada en una universidad en Santiago. Es así como Isidora parte a la gran ciudad con la esperanza de dejar atrás el pasado que tanto la atormenta y empezar de cero, pero el fantasma de lo que le hizo A. sigue planeando encima de ella.

Cuando llega, ante la amenaza de convertirse otra vez en motivo de burlas y después de una salida con sus compañeras a comprarse ropa, Isidora empieza a tomar laxantes y a provocarse vómitos para no engordar. Las veces que vuelve a su ciudad a ver a su familia, se topa un par de veces con A., que por un lado se comporta como si no hubiera pasado nada y por el otro le insiste a Isidora que lo que pasó entre ellos es secreto y que no puede contarle a nadie. Pasan los años y ella no vuelve a saber de él, se recibe de abogada y se queda a vivir en Santiago. Cuando conoce a alguien e intenta tener relaciones sexuales, se da cuenta de que tiene lo que a todas luces es vaginismo y no logra ser penetrada. Por esta razón, él y sus dos parejas siguientes terminan con ella. A raíz de esto, Isidora empieza a ir a terapia, donde por primera vez se da cuenta de que su experiencia con A. se trata de un abuso sexual. Con el correr de los años, Isidora tiene un fracaso amoroso tras otro, los que la hacen darse cuenta de cuánto el trauma vivido a sus 17 años la sigue afectando realmente.

De vuelta en el presente, nos enteramos que la solicitud que recibió Isidora es de A. Decide contarle todo a Fernanda y a Marcela, las dos amigas del colegio que todavía conserva, al día siguiente por videollamada. Al escuchar lo que vivió Isidora, Fernanda se quiebra y le confiesa que A. intentó darle un beso a la fuerza en la fiesta de graduación, pero que no había querido decirle nada para no hacerla sentir peor de lo que ya estaba cuando la encontró llorando en el baño. Marcela también queda horrorizada, y entre las tres especulan sobre a qué se debe el inesperado acercamiento. Sospechan que A. tiene miedo a que Isidora cuente lo que le hizo, ya que las redes sociales se están llenando de alertas moradas a raíz de la muerte de Catalina Soto, una joven que se suicidó después de haber sido violada (hecho obviamente inspirado en el caso de Antonia Barra). Ese mismo día, A. intenta interceptar a Isidora a dos cuadras de su departamento, y ella sale corriendo lo más rápido que puede. Después de mucha angustia, Isidora decide desahogarse y contar su verdad en Facebook junto con una captura de pantalla de la solicitud, porque teme que A. le haya hecho lo mismo a otras mujeres. Al principio recibe muchos comentarios de apoyo, pero con el correr de las horas le llega una llamada de su jefe pidiéndole que elimine la publicación, debido a que A. es muy amigo de un diputado de otro partido, famoso por ser corrupto, y le están llegando amenazas de que va a convencer a toda su bancada de votar a favor de la acusación constitucional contra el ministro que Isidora defiende. Es así como Isidora queda en el centro de una crisis política de proporciones que ni ella misma imaginaba, entre la espada y la pared y viendo cómo después de 20 años ese trauma de adolescencia amenaza con terminar con su carrera. También, lógicamente, empiezan a llegarle mensajes de odio que la acusan de mentirosa y la atacan por ser de derecha y de familia acomodada, pero el que más le duele es el de una ex-compañera de colegio cuestionándola por no haber sido lo suficientemente astuta para darse cuenta de las malas intenciones de A. y por no haberlo contado antes. Al final, Isidora decide presentar su renuncia al trabajo y al partido.

En el epílogo, Isidora cuenta que se alejó totalmente de la política, que está trabajando en el SERNAMEG, representando a mujeres víctimas de violencia, y que el diputado con el que trabajaba perdió la reelección. También que A. terminó por  renunciar a su cargo porque, a raíz de las acusaciones de Isidora y ayudada por ella, otra mujer hizo pública una denuncia por violación en su contra, pero que la justicia desestimó por falta de pruebas. Y justo, justo en la última página, cuando pareciera que Isidora por fin está en paz, nos llega el golpe bajo de la autora que me hizo querer tirar el libro por la ventana: El abogado que aparece en televisión defendiendo al agresor de Catalina Soto… es A.

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Lo siguiente es mi opinión personal sobre el libro. La Audacia aborda sin tapujos temas tan relevantes en la actualidad como son el feminismo, el bullying, la cultura de la pureza, la violencia de género, la importancia del consentimiento, la salud mental y los trastornos alimenticios, de los que, si bien se habla mucho, se sigue entendiendo poco. Quienes conocemos a Yasmín vemos ciertos componentes autobiográficos en el personaje de Isidora, al punto que ahora tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no decirle “Isi”. También es abogada, estudió en un colegio católico y militó muchos años en la UDI, hasta que recientemente se cansó de los vicios propios de la política partidista y optó por seguir su propio camino. Es abiertamente feminista, lo cual le ha costado malos tratos tanto de parte de feministas de izquierda como de antifeministas de derecha por no cumplir con ser la caricatura estereotipada que un sector tiene del otro. Por esto es que yo, personalmente, me terminé alejando de la organización en la que nos conocimos.

Me llama la atención también cómo se atreve a denunciar la gran hipocresía que es la sororidad selectiva. Por estos días se escucha mucho el concepto de sororidad, que el diccionario de la RAE define como “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”. Es un valor, como la fraternidad, pero vinculada a la unión, respeto y amor entre el género femenino en un contexto de discriminación sexual. Es lo que expresa la frase “La del lado es compañera, no competencia”. A lo que me refiero con lo de “selectiva” es a cómo algunas mujeres tienden a negarles el apoyo a otras mujeres porque no piensan igual que ellas o no toman las mismas decisiones que ellas. Un ejemplo claro es lo que vive Isidora cuando cuenta su experiencia y otras mujeres la desestiman por ser “facha” y “cuica”. Otro ejemplo puede ser la consigna “La paca jalera no es mi compañera”. Entiendo el rechazo hacia la autoridad policial, muchas veces represiva, pero pienso que es muy posible que en una institución como Carabineros o el Ejército, donde se conoce la existencia de abuso de poder y pactos de silencio, las funcionarias mujeres estén siendo víctimas de acoso o abusos por parte de superiores varones, que ejercen un dominio absoluto sobre ellas aprovechándose de la superioridad de su rango. Además, se omite convenientemente que las funcionarias de las FF.AA. no tuvieron derecho a fuero maternal hasta el 2019, algo a lo que sí podían acceder las demás madres trabajadoras de Chile desde hacía mucho antes.

Sí, es cierto que una posición de poder puede hacer una gran diferencia, pero ni todo el poder del mundo salva a una mujer de sufrir los efectos del machismo sólo por ser mujer. Ninguna mujer del mundo está libre de ser acosada en la calle, de sufrir violencia intrafamiliar, de ser secuestrada, mutilada, violada o asesinada. La violencia de género y el patriarcado es algo transversal, que trasciende a cosas como el poder adquisitivo, el nivel educacional o la ideología política. No sabemos si alguna senadora es agredida por su marido, si las mujeres del Ejército son abusadas por sus superiores o si entre monjas también se dicen “llámame cuando llegues” y les toman la patente a los taxis por muy tapadas que estén.

Si hay una sola lección que nos deja La Audacia es que la violencia patriarcal se alimenta de actitudes de machismo cotidiano que tendemos a pasar por alto, como decirle a una mujer violada que la culpa es de ella por provocar o no defenderse, no creerle cuando relata una historia de abuso o usar calificativos basados en su forma de vestir, su talla o su historial sexual. Creo firmemente que todas tenemos algo de Isidora García en nosotras, y que justamente lo tangible de su historia es el argumento perfecto de por qué el feminismo sigue siendo tan necesario a pesar de los avances. Definitivamente, recomiendo este libro a ojos cerrados a todas las mujeres (y hombres) que estén buscando algo nuevo, de una autora desconocida y chilena que ojalá siga escribiendo. Una novela impecable, cautivante de principio a fin.


A Yasmín, compañera de tantas vivencias.

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