Pocas fechas suscitan tantas emociones encontradas en mí como alemana como el 9 de noviembre. Un día que, según el año del que se hable, puede representar tanto dolor como alegría, miedo o esperanza. Es muy raro que varios momentos importantes, que definieron la historia de un mismo país, se produzcan el mismo día, todos dentro del mismo siglo, ya que unos llevas a otros y todos son responsables de convertir a Alemania en el país que es hoy. En este artículo, quiero repasar cada uno de estos acontecimientos, todos acaecidos un 9 de noviembre, explicar qué fueron, por qué pasaron y qué lecciones se pueden aprender de ellos.
1918 - Se proclama la República: Con la derrota del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial (que oficialmente terminó dos días después de estos acontecimientos), una serie de cambios constitucionales que debilitaron la monarquía y la abdicación del Káiser Guillermo II, el Imperio alemán se disolvió y el país pasó de ser una monarquía a una república federal parlamentaria con una constitución liberal. Este también sería el primer intento de formar una república democrática que incluyera a todo el estado-nación alemán. Este período de la historia alemana se conoce informalmente como la República de Weimar, ya que la asamblea constituyente que estableció el nuevo gobierno tuvo lugar en la ciudad de Weimar. El 9 de noviembre, Philipp Scheidemann, del Partido Socialdemócrata Mayoritario de Alemania (MSPD), precursor del actual SPD, proclamó la república desde el edificio del Reichstag en Berlín, mientras que el marxista Karl Liebknecht, de la ahora extinta Liga Espartaquista, la proclamó por segunda vez en el Lustgarten, junto a la Catedral de Berlín, más tarde ese mismo día. Esta nueva república duró hasta el ascenso de Adolf Hitler al poder en 1933.
1923 - Putsch de la cervecería: Para entonces, la República de Weimar estaba en ruinas por los efectos desastrosos del Tratado de Versalles, que se había impuesto cinco años antes al final de la Primera Guerra Mundial. La gente vivía entre tensiones políticas constantes, escasez de alimentos, inflación y una profunda inestabilidad económica en medio de una creciente desconfianza en la nueva república. Incluso el centro de la ocupación industrial estaba bajo ocupación francesa. Los justificados sentimientos de rabia y humillación que esto provocaba en el pueblo alemán fueron un caldo de cultivo perfecto para varios movimientos políticos extremistas, incluido el nacionalsocialismo, que prometían "hacer que Alemania volviera a ser grande", por así decirlo. Inspirado por la marcha de Mussolini sobre Roma un año antes, un joven Adolf Hitler y sus compañeros militantes decidieron que era el momento adecuado para crear una insurrección. Para ello, planificaron ccómo forzar a los principales políticos de Baviera para que se unieran a su cruzada y marcharan hacia Berlín con ellos. Sus objetivos eran el comisario general Gustav Ritter von Kahr, comisionado estatal; el general Otto von Lossow, comandante de la Reichswehr; y el coronel Hans Ritter von Seisser, jefe de la policía estatal bávara. Estos tres hombres eran conocidos como el triunvirato bávaro, al ser las personas más poderosas del estado en ese momento. Los tres ya tenían tendencias nacionalistas. Cuando Hitler se enteró de que von Kahr daría un discurso en la cervecería Bürgerbräukeller el 8 de noviembre, y que tanto von Lossow como von Seisser iban a estar presentes, decidió que había llegado el día. Esa noche, él y sus cómplices irrumpieron en la cervecería en medio del discurso, disparando tiros al aire y diciendo que había empezado una revolución, que el edificio estaba rodeado, que tenían ametralladoras y que el gobierno nacional ya había caído, todo lo cual era mentira. Los tres hombres en cuestión fueron conducidos a otra habitación a punta de pistola, mientras Hitler subía al podio y, con solo unas pocas frases cortas, convirtió la hostilidad previa de los asistentes en una ovación de pie. Una vez que los miembros del triunvirato se unieron a él a regañadientes, Hitler cometió el error de ausentarse por unas pocas horas, dejando a cargo al general Erich Ludendorf, un ex líder militar de la Primera Guerra Mundial convertido en ultranacionalista. Al regresar, se enteró de que los tres del triunvirato habían cambiado de opinión y se habían ido, arruinando su plan. Aun así, Hitler y Ludendorf diseñaron un plan B: marchar hacia el centro de Múnich y tomarse la ciudad al día siguiente, seguidos por unas 2.000 personas. El desastre se desató cuando, alrededor del mediodía del día 9, tuvieron un enfrentamiento a tiros con la policía, que dejó 15 nazis, 4 policías y un transeúnte inocente muertos. Ludendorf fue detenido sin incidentes, mientras que un lesionado Hitler se escondió en la casa de un amigo, pero fue encontrado dos días después. Él y sus coacusados fueron juzgados por traición, pero les tocó un juez simpatizante que quedó impresionado por la elocuencia de Hitler, convirtiéndolo casi en una celebridad. Al final, sólo cumplió nueve meses de su condena de cinco años, escribiendo Mein Kampf mientras estaba en la cárcel, mientras el partido nazi siguió creciendo en popularidad durante los años siguientes.
1938 - Kristallnacht: También conocida como la "Noche de los Cristales Rotos" o el "Pogrom de Noviembre", se refiere a una serie de ataques antisemitas que tuvieron lugar en toda Alemania la noche del 9 de noviembre. Dos días antes, el diplomático Ernst vom Rath había sido asesinado por Herschel Grynszpan, un judío polaco nacido en Alemania, en represalia por la creciente hostilidad contra los judíos provocada por el régimen nazi y las leyes de Núremberg. En octubre de 1938, los nazis expulsaron a unos 17.000 judíos polacos de Alemania, mientras que el gobierno polaco, en un intento de evitar su retorno masivo, había aprobado una ley que validaba todos los pasaportes de los ciudadanos polacos que vivían en el extranjero. Esto dejó a todos los que habían sido expulsados, incluida la familia de Grynszpan, varados en tierra de nadie en la frontera entre los dos países, sin comida ni refugio. Indignado por esto, fue a la embajada alemana en París, pidió hablar con la persona a cargo y le disparó a Vom Rath, que murió dos días después. Esto dio a los líderes nazis, que se habían reunido para conmemorar los eventos de 1923, una excusa perfecta para lanzar una ola de violencia estatal contra la comunidad judía, en ciudades de toda Alemania y de la Austria anexionada. Berlín, Frankfurt, Munich y Viena estuvieron entre las más afectadas. Simpatizantes nazis les rompieron los vidrios (de ahí el nombre del incidente), vandalizaron o prendieron fuego a miles de sinagogas, edificios y negocios de dueños judíos. Al menos 91 personas resultaron muertas y otras 30.000 fueron enviadas a campos de concentración en las semanas siguientes. Esa noche fría de noviembre marcó un punto de inflexión hacia los horrores que después se convertirían en el Holocausto.
1989 - Caída del Muro de Berlín: Probablemente el más conocido de estos eventos, las imágenes de personas escalando el muro y rompiéndolo en pedazos están grabadas para siempre en la memoria de, posiblemente, todos los que lo vieron en vivo por la televisión, y son fácilmente reconocibles incluso para quienes nacimos después. Después de un malentendido en el que el funcionario de Alemania Oriental Günter Schabowski anunció por error la apertura de la frontera interior alemana durante una conferencia de prensa televisada, destinada solo a anunciar un cambio en la política de viajes para los ciudadanos de Alemania del Este, la noticia empezó a difundirse rápidamente, y en cuestión de horas, miles de alemanes orientales se habían reunido en diferentes puntos de cruce a lo largo del muro, exigiendo a los guardias fronterizos, que no tenían idea de nada, que los dejaran pasar. Al final, en vez de usar la fuerza para tratar de pararlos, a las 10:30 de la noche los guardias cedieron y abrieron los cruces. Mientras los Ossis de Alemania Oriental huían en masa, los Wessies de Alemania Occidental, que también se habían reunido al escuchar la noticia, los recibieron al otro lado con botellas de champán, música y flores, dando comienzo a una celebración multitudinaria que se prolongó durante días. La gente empezó a subirse al muro y a utilizar todo tipo de cosas para empezar a romperlo. Muchos sacaron pedazos de muro y se los llevaron a sus casas como recuerdos, como el marcapáginas con un trozo de muro en un marco de acrílico que yo misma me compré en el Checkpoint Charlie. Aunque todavía no había nacido, es uno de los momentos que siempre me hace llorar cuando pienso en cómo debe haberse sentido la gente que lo vivió. Por fin, la tan ansiada libertad.
Teniendo en mi familia a personas que vivieron tanto los horrores de 1938 como la alegría de 1989, para mí este día es bastante agridulce. Es sorprendente lo mucho que puede pasar en tan pocos años, y cómo la misma fecha puede tener distintos significados para distintas personas. Desde mi perspectiva, la nota alentadora del último acontecimiento sirve como una forma de resignificar lo que una vez fue un día doloroso y convertir ese dolor en sanación para nosotros como país. Y con esta reflexión, algo introspectiva, concluye mi improvisada clase de historia. Ahora me voy a escuchar "Wind of Change", de los Scorpions, soñando con la utopía que describe la letra.
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