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30 Años de "Areíto": Un Canto a América Latina

Carátula frontal del disco "Areíto" de Juan Luis Guerra. El artista está sobre un fondo negro con una venda en los ojos y las manos atadas.



Desde que comencé este blog, esta es la primera entrada que escribo primero en español. Generalmente las redacto primero en inglés porque así es como las pienso, pero simplemente no podía hacer lo mismo con un artículo sobre música de América Latina, publicado un 12 de octubre, sin sentir que algo no cuadraba. Para esta fecha quise revisitar un disco que, aunque se escuchaba muchísimo en mi casa durante mis primeros años de vida, recién aprendo a valorar durante mi adultez joven.

Este año es el trigésimo aniversario de "Areíto", el quinto álbum de estudio del cantautor dominicano Juan Luis Guerra y su grupo, 440, en ese entonces conformado por Marco Hernández, Roger Zayas-Bazán y Adalgisa Pantaleón. El título hace referencia a una palabra taína que significa "canto y baile", concretamente usada para referirse a los cantos y bailes ceremoniales que realizaban los indígenas que originalmente poblaban Quisqueya, la isla que hoy se divide entre República Dominicana y Haití. Lanzado a fines de 1992, con motivo de los 500 años del "descubrimiento" de América y como un homenaje a sus pueblos originarios, el disco se caracteriza por sus letras con un fuerte contenido de crítica social y política.

Si bien ya había sacado canciones con contenido social en álbumes anteriores (como "Visa Para Un Sueño, "Ojalá Que Llueva Café" o "Acompáñeme Civil") y sacó otras más adelante (como "El Niágara En Bicicleta y más recientemente, "La Guagua"), se puede considerar este trabajo como el más relevante en ese aspecto de toda la trayectoria de Guerra, por no decir de toda la canción latinoamericana. Por eso es que decidí tomarme el tiempo de hacerle un análisis, siempre a título personal, a los temas incluidos en "Areíto" que cumplen con esas características. Básicamente, esos que no son solamente para los pies, sino también para la cabeza.

Parto por el primer tema, homónimo, que aunque no es de contenido social, marca en forma perfecta la pauta de lo que va a ser el resto del álbum. Es una recreación de cómo se cree que pudo haber sonado un areíto, interpretado sólo con palmas, golpes de pecho e inflexiones de voz. A pesar de que sólo dura poco más de un minuto, da a la persona que lo escucha la impresión de estar viajando a través del tiempo. En la única versión cantada en vivo que pude encontrar, Guerra la precede relatando: "Cuenta una leyenda que en tiempos de sequía (nuestros indígenas taínos) tenían un cántico muy especial, que llegaba a las nubes, y que al día siguiente hacia el amor con ellas... y llovía".

Inmediatamente le sigue "El Costo de la Vida", posiblemente la más conocida del álbum. Un merengue con algunos toques africanos, cortesía del guitarrista congoleño Diblo Dibala, se queja de las condiciones de vida que enfrentaban los pueblos latinoamericanos a principios de los 90, que en su mayoría se mantienen hasta la actualidad. Los precios subiendo, el peso bajando, la medicina inservible, la corrupción imperante y el desempleo son algunos de los temas que tocan las letras, mientras ironiza que a nadie le importa lo que pase aquí pues no se habla inglés ni francés. Después, en un tono más serio, Guerra reflexiona sobre cómo somos "un agujero, en medio del mar y el cielo, 500 años después", y "una raza encendida, negra, blanca y taína", para al final dejarnos con la pregunta: "¿quién descubrió a quién?". Yo personalmente siempre me quedo masticando esa interrogante durante un buen rato.

La canción va acompañada de un video que parodia un noticiero, (titulado Informe Semanal 440 en un guiño al grupo), donde el mismo Guerra es el conductor. Va leyendo una mala noticia tras otra mientras se van mostrando duras imágenes reales de gente pasando hambre, migrantes en balsas, disturbios callejeros, manifestantes ensangrentados y violencia policial, que fácilmente podrían ser tanto de República Dominicana como de cualquier otro país latinoamericano de la época, a la vez que se ve al cantante maniatado, con la boca y los ojos vendados, de una manera que hace pensar en los presos de Guantánamo. Al final de la canción, Guerra se levanta harto del escritorio y desenchufa las cámaras de un tirón, dando término al video. 

El otro tema de corte social incluido en el disco es "Si Saliera Petróleo", una salsa cantada a dúo con el panameño Rubén Blades, creador de la llamada "salsa intelectual" y, al igual que Guerra, famoso por abordar problemáticas pesadas. Siguiendo con lo planteado en "El Costo de la Vida" (concretamente, la parte que pregunta "¿será porque aquí no hablamos inglés?"), esta canción sugiere, de una manera menos satírica y más directa, que si de Quisqueya saliera petróleo, como sale de Kuwait, la situación sería diferente y el país estaría mejor, evidentemente porque el petróleo siempre despierta el interés de las naciones más ricas. Esto deja entrever que lo que critica Guerra es nuestra perpetua dependencia de los países industrializados, lo cual podría considerarse como una forma moderna del colonialismo del que, supuestamente, nos habíamos librado.

Pero sin duda, para mí en lo personal el tema más impactante y el que mejor simboliza la esencia y el espíritu del álbum es aquel que lo cierra, "Naboria Daca, Mayanimacaná", escrito completamente en taíno. Al escucharla en un principio, sin saber lo que decía, me engañó su dulzura, casi como la de una canción de cuna de tiempos inmemoriales, pero al buscar la traducción de la letra me di cuenta de que es en realidad la súplica de un hombre por su vida. El título, que significa "soy un siervo, no me mates", se repite constantemente durante toda la canción. En los últimos segundos, se puede escuchar la voz de Guerra gritando las palabras finales:

Machichi! (¡Mi corazón!)
Mayanimacaná! (¡No me mates!)
Machichi! (¡Mi corazón!)
Yu! Peiti! Ris! (¡Blanco! ¡Negro! ¡Rojo!)
Naboria daca, mayanimacaná! (¡Soy un siervo, no me mates!)
Mayanimacaná! (¡No me mates!)
Mayanimacaná! (¡No me mates!)


Al escucharla nuevamente, pero esta vez mirando la traducción al mismo tiempo, estando sola en mi casa, todo lo que había aprendido sobre el gran almirante y sus majestuosas carabelas terminó de caerse a pedazos. Todavía me acuerdo de cómo me salió un grito ahogado del pecho, y me quedé llorando a lágrima viva durante las dos o tres horas siguientes. No pude sacarme de la mente esa voz pidiendo clemencia, sabiendo que esas probablemente fueron las últimas palabras de miles de indígenas masacrados. Pensar en cómo comienza el disco, con un canto de celebración, versus cómo concluye, con un grito de agonía, resulta desgarrador.

"Areíto" fue lanzado el 15 de diciembre de 1992, y fue muy bien recibido por parte de la crítica, que aplaudió el esfuerzo de Guerra por visibilizar con su lírica la precaria situación que enfrentaba América Latina en esos años. El álbum fue además un éxito a nivel comercial, logrando vender 3 millones de copias para 1993. Sin embargo, y como era de esperarse, las consecuencias no se hicieron esperar. El videoclip de "El Costo de la Vida" fue censurado en varios países (incluyendo Chile) y, al año siguiente, Guerra fue abucheado en los Premios Lo Nuestro por una pareja de disidentes cubanos, quienes le gritaron "comunista" mientras aceptaba un galardón. En una entrevista reciente, él mismo recordó ese momento como el más humillante de toda su carrera, aunque tomándolo con humor y con la humildad que lo caracteriza.

Pero el legado más importante de este disco es algo mucho más grande, que descubrí mientras leía para escribir este artículo. Pese a la creencia de que los indígenas caribeños fueron exterminados, un estudio realizado en 2019 reveló el hallazgo de ADN taíno en un 60% de la población puertorriqueña, un 30% de la cubana y un 30% de la dominicana. Esto viene a reafirmar lo que muchas personas que se identificaban como taínas ya llevaban alegando por décadas, al punto de que varios cientos han decidido dejar sus vidas occidentalizadas, reconstruir sus comunidades y reclamar su identidad perdida. ¿Qué tiene que ver? Que este movimiento ha adoptado “Areíto”, concretamente el primer y último tema, como parte de su cultura, convirtiéndolos así en símbolos de resistencia. Por ejemplo, al no quedar un registro de como era un areíto original, han incorporado el recreado a sus ceremonias. Basta buscar el álbum en YouTube para encontrar comentarios de gente dándole las gracias por darles una voz cuando la creían perdida. No sé si el propio Juan Luis Guerra esté al tanto de los últimos descubrimientos, o del gigantesco impacto que ha tenido su obra para el renacimiento de un pueblo entero.

Ya para ir terminando, quiero cerrar recomendando este disco a ojos cerrados a toda persona que disfrute la música con sentido. Es duro escucharlo, sí, pero no hay mejor manera de dejar un manifiesto latinoamericanista que a ritmo de merengue. De hecho, un merengue que no mencioné aquí habla de “un mundo donde los vivos son sobrevivientes”, y yo no podría estar más de acuerdo. Los latinos y latinas somos sobrevivientes por naturaleza, porque llevamos 530 años siendo capaces de levantarnos cada vez que nos caemos. En palabras del propio Juan Luis Guerra, "la canción no lucha, luchan los hombres que la escuchan".

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